sábado, 9 de febrero de 2013

EL MUNDO,LA DUALIDAD Y LA LUZ DE DIOS...:

 Estamos sujetos, mientras existimos, en este mundo ilusorio, a ley de la dualidad, es decir, pasamos de un estado extremo a otro. Podemos sentir dolor y, luego, placer; del placer al dolor; de estar tristes a,enseguida,estar alegres; y de ésta a la tristeza,etc.. Es un ciclo interminable, que transmutaremos, transcenderemos y ascenderemos, en la medida, que comprendamos y seamos conscientes, que son pruebas y lecciones, que la divinidad nos pone, para nuestro propio beneficio, para observar, aprender y crecer, desarrollarnos, amarnos y amar, tanto personal como espiritualmente. Si entendemos, que debemos vivir, experimentando el dolor inevitable y el sufrimiento opcional, que en la existencia se manifiesta, también entenderemos, que el gozo y la dicha, son posible mantenerlos, cuando vamos más allá del campo de las polaridades, extremos o dualidades, llevando la consciencia de ser, a las perspectiva del sujeto, objeto y transfondo. Este último, relacionado con al presencia de Dios, en los procesos de la existencia, las experiencias y conocimientos, vale decir, el supremo benefactor danza, controlando el universo, la naturaleza y los fenómenos sociales, familiares y personales, como así mismo, el mundo interno o microcosmos del ser, para despertarnos y hacernos, cada vez más conscientes, de la quimera del mundo y la realidad de la divinidad, presente en todo y en todos los seres vivos, muy dentro de cada cosa o ser,esperando ser reavivado, por la naturaleza lumínica de ésto y éstos.
 Con lo anterior, afirmo la necesidad del ser humano, de comprender su origen divino, presente en el interior de su ser, en su esencia, que es la flama viva, que una vez prendida,verdaderamente, jamás se apagará. Pues mediante el disfrute, el agradecimiento, el aprecio de lo que tenemos y somos, conductualmente; el desapego del mundo; estaremos reavivando, con constancia de esta práctica, la luz de la lámpara que prenderá los otras, a través, del ejemplo por sobre la palabra, sin que la luz interior personal se apague. El amor universal, la paz mental y el contento continuo de vivir, no debe amilanarse por los sucesos de la existencia, entendiendo, que la estancia en el mundo es:  pasajera, efímera y peregrina; y sólo obedece a una cuestión de iluminación, despertar, términode la ignorancia, reconociendo la naturaleza divinal, a la cual, pertenece el ser o espíritu del hombre y de cualquier creatura. Debemos volver a lo inmanifiesto, como la gota de agua, cuando cae al mar, de la cual, sabemos que existe a pesar que no la distingamos en el océano. ¡¡¡Namasté!!!.

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